El alto desempeño de un líder tiene que ver con una buena actitud para poder motivar a su equipo, generar sinergias con creatividad, y principalmente no perder la calma ante la adversidad.
Para ser un buen líder no basta sólo con tener sólidos conocimientos académicos, aptitudes para ejercer un determinado cargo, sino también actitudes que demuestren un trato personal adecuado.
El liderazgo, mas que una ciencia es un arte que hay que saber conquistar, y en la cual se requiere de un aprendizaje permanente, reconociendo que lo importante no es no caer, sino saber levantarse, aceptar los errores y trabajar para corregirlos.
Un líder sabe de la importancia de ser proactivo, y debe de tener la habilidad de anticipar situaciones y responder a ellas antes de que sucedan. Puede utilizar su juicio para responder a situaciones, y siempre usar las experiencias pasadas (exitosas o no) para encontrar respuestas específicas.
El líder es competente y muestra dominio de las habilidades necesarias para hacer su trabajo. La competencia es demostrada por la buena predisposición para aprender nuevas tarea en relación a su trabajo, así como en el desempeño de las tareas ya existentes. La competencia se refleja también en la iniciativa y compañerismo al trabajar con otros.
El líder está segura de que lo que hace es correcto. Está segura de sí mismo. La confianza en sí mismo puede confundirse a veces con “arrogancia”, pero una persona segura es diferente de una persona arrogante: está deseosa de corregir los errores y es abierto a recibir críticas constructivas sobre su desempeño. Una persona segura, actúa igualmente como modelo para otras personas.
Todo líder necesita un objetivo, un resultado extraordinario, una visión que suponga un reto difícil de alcanzar. Un líder necesita la capacidad de transmitir dicha visión a otras personas, contagiarles su entusiasmo, convertir su visión en “visión compartida”.
Los grandes retos se logran a partir de una visión, formulada por un líder que es capaz de arrastrar a un grupo de personas.